La educación financiera, el mejor motor para promover el progreso socioeconómico

En MyInvestor celebramos el Día de la Educación Financiera porque, en un mundo tan interconectado como el nuestro, la cultura financiera de la población puede ser un freno o un impulso al progreso socioeconómico de los países. Al mismo tiempo, confiamos y queremos aportar nuestro granito de arena para que esa educación no sea sólo preventiva, sino que también brinde a la población los conocimientos para acceder a productos de inversión con los que convertir a las finanzas en un aliado para mejorar sus niveles de vida haciendo crecer su patrimonio.

Vivimos un momento de contrastes en que, mientras algunos auguran que el blockchain transformará para siempre al sector financiero, más de 2.500 millones de personas no utilizan servicios financieros formales y el 75% de la población en riesgo de exclusión de todo el mundo ni siquiera tiene una cuenta bancaria, según datos del Banco Mundial. Paradójicamente, la receta para entender y aprovecharse de las tecnologías financieras más disruptivas y para favorecer un mayor acceso a los servicios bancarios y, por lo tanto, al ahorro, al crédito y a la inversión es la misma: la educación financiera.

En España, el primer lunes de cada mes de octubre se celebra desde 2015 el Día de la Educación Financiera, cuyo objetivo es, precisamente, difundir el conocimiento de conceptos financieros y de economía que permitan un mayor progreso socioeconómico de todas las capas de la sociedad.

Fomentando la cultura financiera 

Pero, ¿cuál es el punto de partida de nuestro país en términos de educación financiera? Según el informe elaborado en 2018 por Standard & Poors ‘Financial Literacy Around the World’, el 49% de los españoles adultos cuentan con una educación financiera sólida: un dato sustancialmente por encima de la media mundial, que se sitúa en el 33%, pero alejado del de países de nuestro entorno como Reino Unido o Alemania, en que supera el 65%.

Más allá de las comparaciones, el dato debería hacernos reflexionar sobre por qué la mitad de la población adulta de nuestro país carece de conocimientos financieros sólidos, y, sobre todo, cuáles son sus consecuencias. Entre ellas, es indiscutible, por ejemplo, que el desconocimiento o reducido entendimiento de la oferta financiera expone a millones de personas a optar por productos que no se adaptan a sus necesidades, lo cual en el mejor de los casos hará que sus patrimonios no progresen, y, en el peor, les expondrá a endeudamientos imprudentes que pongan en peligro sus economías familiares o sus negocios.

Si bien la práctica totalidad de entidades bancarias y las asociaciones que las agrupan cuentan con iniciativas para promover la educación financiera, es muy importante que su trabajo se complete desde la administración con una apuesta por educar en economía y finanzas desde la enseñanza elemental, para fomentar desde una edad temprana la cultura del ahorro, la necesidad de una buena planificación económica y el uso responsable de los productos financieros, y transmitir también las habilidades necesarias para una buena gestión de las finanzas personales y de una empresa.

La inversión: la última frontera de la educación financiera

No cabe duda de que, si tuviéramos que elegir qué conceptos financieros resulta más urgente difundir y arraigar en nuestra sociedad, el ahorro y el uso responsable de los productos financieros son los más necesarios, porque previenen situaciones que pueden abocar a determinados colectivos a la exclusión social.

Sin embargo, la centralidad de esos conceptos cuando se habla de educación financiera hace que, a menudo, se hable menos de educar en cómo gestionar nuestro patrimonio para que este crezca, cuando ese esfuerzo podría tener un impacto muy beneficioso en los niveles y calidades de vida de grandes segmentos de población que ya cuentan con conocimientos financieros básicos, pero no se han atrevido todavía a dar el paso e invertir.

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