Ahorra, ahorra, ahorra y se convertirá en un hábito

Seguro que alguna vez te has preguntado cuándo empezar a ahorrar y cómo hacerlo. Para la primera pregunta ya te hemos dado la respuesta aquí. Para responder a la segunda sólo hace falta una palabra: ahorra. Parece de Perogrullo pero para empezar a ahorrar cuanto antes sólo debes empezar a ahorrar cuanto antes.

Conseguir una buena salud financiera puede ser tan sencillo como tener una buena salud dental, para ello sólo es necesario tener un elemento activador (estar convencido de la necesidad de ahorrar porque es bueno para ti, para tu jubilación o para las necesidades que puedas tener a futuro), contar con la rutina (establecer la periodicidad y la cantidad para que siempre sean idénticas) y tener clara la recompensa (seguir la evolución de nuestro ahorro y contemplar cómo mejora y crece). Además, como cualquier acción que entrañe algo de esfuerzo, para ahorrar resulta fundamental la fuerza de voluntad personal.

En cuestión de ahorro solemos cometer el error de guardar el dinero que nos sobra a final de mes. Un planteamiento equivocado como podrás intuir porque lo más probable es que a fin de mes no nos quede nada que meter en la hucha y porque, si nos queda algo, la mayoría de las veces encontramos una excusa para utilizar ese remanente en otra cosa bien distinta. La clave por tanto está en hacer justo lo contrario, guardar el dinero siempre a principios de mes, cuando nos ingresan la nómina por ejemplo, y conseguir así que la cantidad sea siempre la misma y que el gesto se convierta en algo sistemático.

Una buena idea, que además es muy efectiva, es convertir el ahorro en un recibo más al mes, como el de la luz, el del teléfono o el del agua. Obligarnos a domiciliar una inversión, a través de las órdenes periódicas a un plan de pensiones o un fondo de inversión, nos permitirá ahorrar de forma sencilla, sin esfuerzo y sin olvidos.

Es importante interiorizar este método de ahorro sistemático lo antes posible para que podamos afrontar sin agobio los retos económicos que nos surgirán a lo largo de la vida. El principal, el de la jubilación. Este objetivo de ahorro tiene que estar presente desde una edad temprana – cuanto antes, mejor – ya que cuanto más tiempo tengamos para ahorrar, menor será el sacrificio económico que hay que hacer. Así que, cuanto antes generemos el hábito del ahorro, el horizonte temporal será mayor y, por ende, las posibilidades de generar el ahorro suficiente aumentarán, ya que el largo plazo y el interés compuesto juegan a favor del ahorro e inversión.

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