Te lo has preguntado alguna vez o al menos has oído hablar de gestión activa y pasiva, y estás hecho un lío, seguro. Todo inversor ha tenido que enfrentarse en algún momento a la ‘guerra’ entre los partidarios de la gestión activa y pasiva de carteras de inversión. Es más, lo normal es que si estás en un bando no puedas ser del otro, cuando realmente son estilos compatibles. ¿Sabes en qué consisten?
Qué es la gestión activa
La gestión activa es la gestión tradicional, esa a la que todo el mundo está acostumbrado. Consiste en seleccionar aquellas acciones o bonos con los que intentar superar el rendimiento del mercado. Este tipo de gestión de un fondo implica que un equipo de gestores mueva las inversiones buscando obtener los mejores resultados, por encima incluso de la media del mercado.
El principal inconveniente es que tener a un equipo de personas gestionando implica una serie de costes lógicos que en los fondos de inversión se traducen en comisiones de gestión. Además, siempre que existe un factor humano hay opciones de cometer errores y que los activos seleccionados registren pérdidas.
Qué es la gestión pasiva
La gestión pasiva consiste, como su nombre indica, en ser pasivo. Es decir, replicar al mercado sin intentar ganarle en rentabilidad. Esta idea surge de la mano de John Bogle, fundador de Vanguard, tras comprobar cómo muchos gestores no eran capaces de batir el comportamiento de los índices la mayoría de años.
Bajo esta idea se creó el primer fondo indexado (ligado a un índice) y hoy podemos decir que la gestión pasiva ha contribuido al desarrollo de una gran industria, la de los ETFs. La principal ventaja de los fondos indexados frente a los fondos de inversión tradicionales es que, como se limitan a replicar lo que hace su índice de referencia, no necesitan un equipo gestor por lo que sus gastos y comisiones son mucho menores. Sin embargo, la mayor desventaja de los fondos de gestión pasiva es que muy probablemente estemos invertidos en empresas que nos pueden parecer horribles (por su gestión o su negocio), incluso que estén bajando de precio y perdiendo dinero, que si se mantienen en el índice, seguiremos siendo propietarios indirectos de ellas.
¿Qué estrategia es la ganadora?
En España, según datos de Inverco, gana la gestión activa. En 2017 el conjunto de fondos de inversión tradicionales obtuvo una rentabilidad media ponderada del 2,64% frente al 2,21% que obtuvo la categoría de fondos de gestión pasiva, donde hay más de 240 fondos.
De estos 240 fondos un 45,7% perdió dinero en 2017 mientras que el porcentaje de fondos de gestión activa que perdió dinero fue del 22%. Estos resultados se repiten si ampliamos el cómputo a los últimos tres años. Sin embargo, la balanza empieza a decantarse a favor de la gestión pasiva según se amplía el horizonte de inversión. En los últimos 5 años la rentabilidad de los fondos de gestión pasiva fue del 4,48% por apenas un 2,95% de los fondos en general.
¿Cuál es mejor para el usuario?
Los datos parecen estar a favor de la gestión pasiva para inversiones a largo plazo que, además, cuenta con la ventaja de comisiones más bajas. Sin embargo, en períodos más cortoplacistas, y si existe más volatilidad en el mercado, seguramente ganará la gestión activa ya que los gestores de los fondos podrán hacer una selección de activos y valores que aporten rentabilidad adicional a la cartera.
Para nosotros cada modelo tiene sus ventajas e inconvenientes y pueden complementarse. Una cartera puede estar compuesta por fondos indexados y ETFs con otros fondos de gestión activa si, por ejemplo, eres seguidor de la filosofía value. Lo único que debes tener en cuenta a la hora de elegir un fondo de gestión activa es que realmente lo sea. Es decir, que los gestores de verdad aportan valor y gestionan el fondo de forma activa. Una de las formas de comprobar esto es fijarte en el indicador alfa del fondo (cuanto mayor sea el alfa, mayor es la incidencia del gestor sobre el fondo. Un alfa positivo es un atributo sumamente apreciado).