qué ventajas ofrece la gestión activa

A la hora de elegir la mejor estrategia para sacar jugo a sus ahorros, todo inversor se encuentra ante una disyuntiva: ¿Debería optar por la gestión activa o por la gestión pasiva?

Hace años, la gestión activa dominaba el panorama inversor, pero en los últimos tiempos la gestión pasiva está ganando cada vez más adeptos. Hasta el punto de que más del 50% del patrimonio de los inversores estadounidenses se encuentra en productos que replican al índice. ¿Quiere esto decir que la gestión activa ha dejado de tener atractivo? No necesariamente. Esta metodología sigue contando con importantes ventajas que el inversor debe valorar.


Qué es la gestión activa

La gestión activa busca seleccionar aquellos valores que mejor se van a comportar en el futuro. Por tanto, su objetivo es hacerlo mejor que el conjunto del mercado (representado en la figura del índice). Para ello, se vale de diversas herramientas, como el análisis técnico o el análisis fundamental.

Si hablamos, por ejemplo, de bolsa española, un fondo de gestión activa sería aquel cuyo objetivo fuera ganar más que el Ibex (con dividendos).

En la gestión activa la figura del gestor es crucial, ya que tendrá la responsabilidad de encontrar aquellas compañías (o bonos, si hablamos de renta fija) que más van a subir en el futuro. En la consecución de ese objetivo también es muy relevante la estrategia de inversión que utilice (value, growth, contrarian…).

La tarea no es nada fácil. Como botón de muestra, sólo el 90% de los fondos de bolsa española fueron capaces de batir al Ibex con Dividendos en 2019, según datos de Inverco.


Qué es la gestión pasiva

La gestión pasiva parte de la base de que batir al índice es muy complicado y que, de hecho, lo más frecuente es hacerlo peor. Por tanto, su objetivo es imitar, con la mayor fidelidad posible, el comportamiento del índice.

En este caso, la figura del gestor es mucho menos relevante, ya que su tarea es más sencilla. Sí es importante que la replica del comportamiento del índice se haga con la mayor exactitud posible y con los menores gastos, para que las comisiones que soporte el ahorrador sean mínimas.

En el ejemplo anterior, un producto de gestión pasiva sería un fondo indexado o un ETF, cuyo objetivo fuera imitar el comportamiento del Ibex con Dividendos.



Ventajas de la gestión activa

La gestión activa puede ayudar a diversificar nuestra exposición a un mercado. Algunos índices están muy concentrados en ciertos sectores o valores. Esto ocurre, por ejemplo, con el Ibex 35, en el que el sector financiero tiene un peso muy importante (actualmente ronda el 30%). Por tanto, imitar el comportamiento de esos índices hace que el inversor sea especialmente vulnerable a esos sectores, algo que una gestión activa podría evitar.

Por otro lado, el hecho de que el gestor goce de margen de maniobra puede ayudar a sortear los periodos de mayor volatilidad, reduciendo el impacto de las caídas. Por ejemplo, si surge alguna noticia inesperada y el gestor anticipa que un sector (o un valor en concreto) lo va a hacer peor que los demás, tendrá la capacidad de reacción suficiente para reducir posiciones. Del mismo modo, cuando el ciclo económico es negativo, buscará refugio en sectores o valores más defensivos (y viceversa). En cambio, un fondo de gestión pasiva estará ligado para bien y para mal a lo que haga el conjunto del mercado. Subirá cuando el mercado sea alcista y bajará cuando el mercado descienda, sin buscar frenos que atenúen esta caída.

En cuanto a las rentabilidades en el largo plazo, es cierto que la mayoría de los fondos no logra batir al índice… pero indudablemente, algunos sí que lo consiguen. Y los que lo logran pueden llegar a hacerlo realmente mejor. En el caso de la bolsa española, por ejemplo, sólo el 20% de los fondos lo hicieron mejor que el  Ibex con Dividendos en los últimos diez años, con datos a cierre de 2019. Pero fondos como Santander Small Caps España, Santalucía Espabolsa y EDM Inversión consiguieron duplicar (e incluso casi triplicar) lo obtenido por el índice, que fue del 2,64% en términos anualizados.


Cómo seleccionarlos

Los fondos de gestión activa con capacidad de batir al índice no abundan, pero es cierto que existen herramientas que nos ayudan a encontrarlos: el análisis de los resultados del fondo y su consistencia en el tiempo, la experiencia y reputación del gestor, el ráting que le otorgan las agencias especializadas… Ojo, ninguna de estas herramientas es infalible, ya que ningún fondo tiene la capacidad innata de batir al mercado, ni siquiera por el hecho de haberlo conseguido en el pasado (de ahí la famosa coletilla: rentabilidades pasadas no justifican rentabilidades futuras). Pero sí es cierto que existen criterios con los que el inversor puede al menos orientarse.

Finalmente, hay que tener en cuenta que en el ámbito de la gestión profesional la rentabilidad no lo es todo. El gestor también puede tomar sus decisiones de inversión guiándose por otros criterios, como la volatilidad objetivo (es decir, el nivel de riesgo que queremos que asuma el fondo) e incluso cuestiones que van más allá de las meramente económicas, como el nivel de compromiso social de las compañías en las que invierte.

Por tanto, una de las ventajas de la gestión activa es que el inversor puede seleccionar los productos cuyos intereses mejor se alineen con los suyos, sabiendo que el gestor siempre se guiará por esos criterios.

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