Seguro que conoces el significado de la expresión “dejar algo en prenda”. Quiere decir poner un objeto como garantía de que cumplirás con un compromiso previo, por ejemplo, un compromiso de pago. Si finalmente faltas a tu palabra y no cumples lo pactado, la persona a la que entregaste la prenda tiene la posibilidad de quedársela. Pues esto es ni más ni menos la pignoración: dejar en prenda algún tipo de activo físico (como un coche) o financiero (acciones, dinero en efectivo, fondos de inversión, etcétera) con el objetivo de obtener un préstamo, cuyo importe irá en consonancia con la prenda aportada.
Es cierto que también es posible solicitar un crédito sin dejar ningún tipo de activo como garantía. ¿Cuál es entonces la principal ventaja de la pignoración? Fundamentalmente, te permite obtener un préstamo a un tipo de interés mucho más bajo. Piensa que el tipo de interés que te aplica el banco suele ir en consonancia con el riesgo que te adjudique, en función de tu nivel de solvencia. Pero si dejas un activo financiero en prenda, el riesgo para el banco es mucho menor. Por tanto, pignorar te permite acceder a un préstamo cuando tus requisitos de solvencia no son los exigidos. O bien hacerlo en condiciones mucho más atractivas, con un tipo de interés más reducido.
Cuanto más valgan los activos que presentes como garantía, mayor será la cantidad de dinero que podrás solicitar. Esto nos lleva al concepto de Loan To Value (LTV), que es la relación entre el importe que te presta el banco y el valor de los activos que dejas en prenda. Por ejemplo, si pignoras las participaciones de un fondo de inversión por valor de 10.000 euros y el LTV es del 60%, el banco podrá prestarte hasta 6.000 euros.
Este tipo de operaciones se suele formalizar en una notaría, aunque algunas entidades ofrecen también la posibilidad de no hacerlo. La primera opción resulta más beneficiosa para el banco, ya que a efectos contables implica un menor consumo de capital, lo que le permite gestionar el riesgo de manera más eficiente. A consecuencia de ello, las entidades suelen ofrecer tipos de interés más ventajosos en caso de que la pignoración quede registrada ante notario. No obstante, ten en cuenta que en cualquiera de los dos casos, el contrato es igualmente vinculante y si se produce un impago, la entidad podrá ejecutar la prenda.
Diferencias con una hipoteca
La pignoración de activos se parece mucho a un préstamo hipotecario, en el que la vivienda que compras actúa como garantía del préstamo. Pero hay varias diferencias. Por un lado, en una pignoración puedes dejar en prenda un amplio abanico de activos, no sólo un inmueble. Además, pignorar resulta más barato para el cliente, ya que no conlleva gastos de gestoría o tasación, ni el pago del impuesto de Actos Jurídicos Documentados.
Por otro lado, hay una diferencia importante: en una hipoteca, puedes disponer de tu vivienda como quieras. Sin embargo, en una pignoración los activos quedan inmovilizados en manos de la entidad que te concede el préstamo. Con inmovilizados, nos referimos a que no podrás disponer de ellos hasta que canceles tu deuda. No podrás venderlos, ni tampoco traspasarlos. No obstante, seguirán cotizando y revalorizándose, en función de cómo evolucionen los mercados.
Este punto es importante ya que si los activos que has dejado pignorados caen por debajo de un determinado nivel, llamado margin call, el banco te puede pedir que aportes garantías adicionales. No obstante, ten en cuenta que los márgenes con los que juegan las entidades suelen ser amplios. En otras palabras, lo normal es que el fondo de inversión que dejas en prenda (pignorado) tenga que experimentar una caída muy notoria (del orden del 30%) para que llegue a su margin call.
Si eso sucede, y el cliente no decide aportar garantías adicionales, el banco venderá los activos pignorados. En todo caso, la entidad suele avisar con antelación de que la inversión se está aproximando a esos niveles.
Por otro lado, aunque a lo largo de la vida del contrato no puedas acceder a los activos que hayas dejado en prenda, sí podrás disponer de los rendimientos que generen, ya sean dividendos, rentas, cupones o intereses.
Préstamo al consumo pignorado
¿Importa a qué quieres dedicar el dinero prestado? En general, sí. No es lo mismo que solicites el dinero porque quieras comprarte algo (préstamo al consumo) que porque quieras invertir en un producto financiero (préstamo para la inversión). Te explicamos las características de cada uno.
En un préstamo al consumo, podrás emplear el dinero para comprar lo que quieras. Tiene una importante ventaja y es que te permite asumir un gasto sin tener que deshacer posiciones en tu cartera de inversión. Algo que puede resultar muy útil si no dispones de la liquidez suficiente para hacer frente a un imprevisto, y no quieres verte obligado a vender ninguno de tus fondos de inversión. Por ejemplo, porque el momento de mercado no te parece el más indicado para ello.
En ese caso, puedes pignorar un fondo y, con la liquidez obtenida, afrontar el gasto. Además, al ser un préstamo pignorado, los intereses serán más reducidos que los que te cobraría el banco si se tratase de un crédito al uso.
No obstante, también debes ser consciente de los riesgos. Es imprescindible que comprendas perfectamente las condiciones del préstamo, sobre todo en cuanto a plazos y tipos de interés, so pena de que el banco ejecute la prenda. Y recuerda que si el valor de los activos pignorados cae por debajo del margin call tendrás que aportar nuevas garantías.
Pignorar activos para apalancarse
La segunda opción es que solicites el préstamo con el objetivo de invertir ese dinero. Incluso es posible que tu intención sea invertir en el mismo fondo de inversión que tienes pignorado. Esta estrategia, denominada apalancamiento, busca tener un efecto multiplicador para tu inversión. En otras palabras, implica recurrir al endeudamiento con el objetivo de aumentar la cantidad disponible para invertir.
El éxito de esta estrategia radica en que la revalorización que obtengas sea superior a los intereses que tengas que pagar por el préstamo. De este modo, si la inversión sale bien, los beneficios se multiplicarán. Pero ojo, porque también funciona en sentido contrario: si la inversión sale mal, las pérdidas serán muy superiores.
Por tanto, pignorar activos con el objetivo de apalancar una inversión es una estrategia que puede resultar muy lucrativa, pero que no es no apta para cardíacos. Lo ideal es que recurran a ella los perfiles más avanzados, con capacidad para analizar y asumir todos los riesgos que implica la operación.