Las vacaciones de verano, el campamento de los niños, una visita inesperada al dentista, la última avería del coche… hay ocasiones en las que los gastos se acumulan. Si estos imprevistos exceden tu presupuesto mensual, o el colchón que supone tu fondo de emergencia, no te preocupes. Existen otras soluciones de financiación a las que puedes recurrir.
Una de ellas es la tarjeta revolving o de pago aplazado. Se trata de un tipo de tarjeta con la que dispones de un crédito con un límite determinado, que puedes devolver a plazos, a cambio del pago de intereses.
Las cuotas se pueden establecer como un importe fijo o bien como un porcentaje de la deuda ya existente. Esta deuda incluye tanto los pagos y retiradas en cajero que realices, como los intereses, comisiones y otros gastos que se vayan generando.
Diferencias
En términos generales, las tarjetas de crédito (a diferencia de las de débito) permiten realizar pagos y retiradas de efectivo aunque no se disponga del saldo en cuenta. Las compras no se cargan en el momento, sino que se aplazan y se agrupan para su pago posterior.
Con una tarjeta de crédito tradicional (no revolving) el cliente tiene que devolver el dinero en la fecha de cargo, normalmente al mes siguiente. Sin embargo, una tarjeta revolving ofrece la posibilidad de devolverlo a plazos, a través de cuotas periódicas.
Además, tienen una particularidad y es que el límite de crédito se va renovando a medida que vas pagando las cuotas mes a mes. Por tanto, no es necesario devolver la totalidad del dinero prestado para recuperar tu capacidad de financiación.
¿Cómo saber si tu tarjeta de crédito es revolving? Para ello sólo tienes que fijarte en la modalidad de pago establecida en el contrato de la tarjeta.
Importe de la cuota
El cliente tiene la posibilidad de establecer la cuota mensual con la que se sienta más cómodo, o el porcentaje de la deuda que desea amortizar, siempre que se sitúe dentro de la horquilla de mínimos y máximos marcada por la entidad.
Establecer esta cuota es algo que tiene su intríngulis. Si es demasiado elevada puede dificultarte llegar a fin de mes. Pero si es muy reducida, el plazo de amortización del principal será más largo, lo que implica pagar más intereses.
En este sentido, los expertos recomiendan liquidar la deuda pendiente lo antes posible, dentro de tus posibilidades. De ese modo, minimizarás el pago de intereses y te asegurarás de tener una correcta salud financiera.
Pros y contras
Una de las grandes ventajas de las tarjetas revolving es su flexibilidad, que es mucho mayor que la de otras formas de pago. Gracias a ellas puedes efectuar tus compras y organizar el pago de la deuda con una cuota que se adapte a tus necesidades.
Además, a medida que vas abonando las cuotas irás recuperando capacidad de financiación. De nuevo, esto aporta flexibilidad, ya que te puedes ver en la necesidad de volver a recurrir a tu capacidad crediticia antes de haber satisfecho al 100% de la deuda original.
Ahora bien, se trata de productos que no siempre son fáciles de entender. Por ejemplo, a diferencia de un préstamo, tu deuda va variando a lo largo del tiempo, y con ella las cuotas a pagar. Por tanto, no es posible disponer de un cuadro de amortización previo.
Para saber cómo se amortizará la deuda de tu tarjeta revolving, teniendo en cuenta la fecha de vencimiento y la cuota mensual, puedes recurrir a este simulador del Banco de España.
Además, la propia flexibilidad de pago que ofrece, así como la capacidad de renovación del crédito, puede jugar en tu contra si te cuesta gestionar tus gastos. Y, sobre todo, si no eres consciente del calendario de pagos que te queda por amortizar.
Por tanto, puede ser una herramienta idónea para afrontar una serie de necesidades de financiación muy concretas. Pero lo ideal es utilizarla de forma responsable y no endeudarse de forma indefinida.