La R.A.E. define el ocio como:
1. La cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad.
2. Tiempo libre de una persona.
3. Diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman regularmente por descanso de otras tareas.
La OMS define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.
Teniendo esos dos conceptos, es hora de entender que el ocio es un derecho universal necesario para el propio desarrollo.
En este tiempo se puede crear, explorar, jugar, imaginar, viajar… La realidad y la fantasía permiten el desarrollo del ser humano tanto a nivel personal como en sociedad.
Es un espacio legítimo donde reflexionar de la vida, alentarnos para nuevas metas o darnos cuenta de las necesidades carentes que tenemos en el día a día. Nos movemos por estímulos y una de las mayores fuentes de estímulos que podemos recibir es en el momento de ocio.
Mediante éste, podemos complementar dos tercios de lo que denominamos la salud. El ocio reduce y previene la hipertensión, beneficia el sistema cardiovascular, reduce los niveles de estrés y ansiedad, aumenta la autoestima y el sistema inmunológico y mejora el sueño, una de las enfermedades silenciosas que sufrimos muchos de los integrantes de la sociedad.
Pero ¿definimos bien nuestro tiempo de ocio? El tiempo de ocio no es solo ‘tiempo libre’ sino cómo lo distribuimos y en qué lo invertimos.
El ocio acarrea la realización de actividades recreativas o de entretenimiento mientras que el tiempo libre es únicamente un marco temporal que no está sujeto a obligaciones personales.
Es importante tener inquietud y disfrutar de las actividades de ocio que decidamos realizar, que se adecúen a la accesibilidad física y económica de los integrantes. Todas estas cosas otorgarán a la persona una sensación mayor de libertad, y además mejorarán su autoestima y autonomía.
“Los ratos de ocio son la mejor de todas las adquisiciones”. Sócrates