Guía básica para invertir en bolsa

Si te has animado a dar tus primeros pasos en invertir en bolsa, enhorabuena. La renta variable es el activo con mejores perspectivas de revalorización en el largo plazo. Eso sí, debes ser consciente de que en el corto tu cartera puede sufrir oscilaciones para las que debes estar preparado.

No obstante, del dicho al hecho, hay un trecho. Es posible que, aunque quieras invertir en acciones, no sepas aún por dónde empezar. Te damos las principales claves a tener en cuenta para que te estrenes en el parqué.


Bróker y comisiones

Lo primero que necesitas es abrirte una cuenta de valores en un bróker, que es la entidad que actúa como intermediaria y que, por tanto, tramitará tus órdenes de compra y de venta. Es importante asegurarse de que esté registrado en la CNMV, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, para asegurarte de que está debidamente regulado y supervisado.

Uno de los aspectos más relevantes en los que puedes fijarte es en las comisiones que te cobra. Estas son las más habituales, aunque cada bróker elige si cobra todas o sólo algunas de ellas:

– Comisión de compraventa

– Comisión de mantenimiento.

– Comisión por cobro de dividendos.

– Comisión por cambio de divisa.

– Comisión de custodia

– Comisión de depositaría

Estos costes se suelen calcular como un porcentaje sobre el efectivo de la operación. Además, las entidades suelen establecer importes mínimos y/o tarifas planas.

Analiza las comisiones y compáralas con las de la competencia. También es interesante que valores el resto de condiciones. En este sentido, ojo con la letra pequeña.

Un elemento a considerar es si ese bróker pertenece a la misma entidad donde tienes el resto de tus inversiones, ya que de ese modo puedes tener una posición integrada, es decir, dispondrás de una foto global de toda tu cartera.

Por otro lado, recuerda que, además tendrás que abonar el correspondiente canon de la bolsa en la que estés operando (NYSE, Euronex, BME…). Este es un gasto fijo que no depende de la entidad que elijas como intermediaria.


Seleccionar una compañía

El siguiente paso que debes dar es, posiblemente, el más complicado: elegir la compañía en la que quieres invertir. Lamentablemente, no existe ninguna receta que sea infalible. Cualquier empresa es susceptible de subir o de bajar en bolsa, especialmente en el corto plazo, y nadie puede saber con absoluta certeza si va a suceder una cosa o la otra.

No obstante, hay una serie de cuestiones que es bueno que tengas en cuenta. Por ejemplo, si la empresa paga dividendos o no; qué perspectivas de crecimiento tiene; qué circunstancias tendrían que darse para que el precio de sus acciones suba; qué nivel de riesgo implica esa empresa en relación con otras…
Son preguntas difíciles de contestar, por lo que los inversores se valen de diversas herramientas de análisis. Estas se agrupan principalmente en dos tipos:

Análisis fundamental. Introducido por Benjamin Graham y David Dodd en 1934. Trata de calcular el valor real de las acciones. Analiza el balance de las compañías y, en general, cualquier elemento macroeconómico, político o regulatorio que pueda incidir en la empresa. Si las acciones cotizan por debajo del Precio Objetivo, son oportunidad de compra. Para ello tiene en cuenta diversas ratios, como el PER (precio/beneficio por acción) o la rentabilidad por dividendo.

Análisis técnico. Surgido en EEUU a finales del siglo XIX de la mano de Charles Henry Dow. En lugar de analizar las compañías, se fija en el comportamiento de la cotización. Analiza las gráficas e intenta identificar pautas que permitan anticipar su comportamiento. Entre las principales herramientas destacan: soporte y resistencia, retrocesos (Fibonacci), líneas de tendencia, medias móviles y osciladores.

Otra opción es que te dejes guiar por los comentarios y las valoraciones de los analistas. En este sentido, descubrirás que los expertos no siempre se ponen de acuerdo en su visión sobre un valor, por lo que es interesante que averigües cuál es el consenso de mercado, es decir, lo que piensa la mayoría.

No obstante, recuerda que incluso los mejores analistas pueden equivocarse. Por tanto, sé consciente del riesgo que asumes y, si la selección de compañías se te hace muy cuesta arriba, recuerda que siempre puedes dejar esta tarea en manos de un gestor profesional y poner tu dinero en un fondo de inversión.

En todo caso, lo ideal es que construyas una cartera diversificada integrada por acciones de compañías de distinto perfil (teniendo en cuenta factores como tamaño, sector y exposición geográfica), lo que te permitirá gestionar el riesgo de manera más eficiente.


Importe y órdenes de compra

A la hora de construir tu cartera de valores debes decidir cuál es el importe que quieres invertir. Recuerda siempre que debe ser una cuantía que no vayas a necesitar en el corto plazo. Y en función de esta variable, podrás determinar cuánto dinero te quieres gastar en las acciones que la integran (no tienen por qué tener todas el mismo peso).

La inversión mínima en renta variable es una acción, pero no todas cotizan al mismo precio. Algunas son accesibles desde cuantías muy pequeñas y otras exigen importes muy elevados. Por ejemplo, en la bolsa española una acción de Santander cotiza por debajo de 3 euros, mientras que un título de Acciona vale más de 170 euros. Ojo porque eso no quiere decir que la primera sea más barata que la segunda. Plantéatelo más bien como el importe mínimo de la inversión.

A la hora de poner tu orden puedes hacerlo en función del importe o del número de títulos que quieres comprar/vender.

Finalmente, hay una última decisión que debes tomar: el tipo de orden que quieres poner. Las dos principales son estas:

Limitada: El cliente establece un precio máximo para la compra y un mínimo para la venta. Se ejecuta, total o parcialmente, de forma inmediata sólo si hay una contrapartida a ese precio o mejor.
En otras palabras: tú pones el precio al que estás dispuesto a comprar o vender. Si la acción no llega a cotizar a ese precio, la orden no se ejecutará.

De mercado: Se negocia al mejor precio que ofrezca la parte contraria en ese momento. Si no puede ejecutarse en su totalidad contra la mejor orden del lado contrario, lo que reste se seguirá ejecutando a los siguientes precios ofrecidos, en tantos tramos como sea necesario.
Dicho de otro modo: la prioridad para ti es comprar/vender las acciones y simplemente estableces que se hagan al mejor precio posible para ti: el más elevado si estás vendiendo y el más reducido si estás comprando.

Algunos brókeres permiten establecer otro tipo de órdenes. Entre ellas, las Stop Loss (Stop de Venta), que establecen una orden de venta automática en caso de que las acciones de una compañía alcancen un determinado precio. O el Stop Profit, que funciona en sentido inverso, estableciendo una orden de compra automática cuando el precio de la oferta alcance el indicado en el Stop.

También hay entidades que permiten fijar órdenes de compraventa condicionadas a determinados sucesos. En esos casos, la orden se ejecuta cuando se produce un determinado acontecimiento. Por ejemplo, siempre que el precio de otro valor del mismo mercado alcance un precio determinado o lo supere.

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