Bestiario bursátil: animales que representan comportamientos del mercado

Los mercados financieros no solo están llenos de números y gráficos. También constituyen un ecosistema simbólico en el que ciertos animales representan comportamientos, emociones e incluso estrategias de inversión. No en vano, desde tiempos antiguos, los seres humanos han usado la imagen de los animales para entender lo complejo. Y en Wall Street esa costumbre persiste con fuerza.

Hagamos un pequeño compendio de esta  “zoología bursátil”:

El toro: optimismo en los mercados

Cuando se habla de un mercado alcista, inmediatamente aparece el toro. La imagen no es casual: este animal embiste hacia arriba con sus cuernos, simbolizando el ascenso de los precios. Un mercado bullish (de la palabra bull, que significa toro en inglés) es aquel en el que hay optimismo generalizado, las acciones suben y reina la confianza.

El toro representa el apetito por el riesgo, el crecimiento económico y la expectativa de que “mañana todo valdrá más”. Por eso no sorprende que en el corazón del distrito financiero de Nueva York se levante el famoso Charging Bull, una escultura de bronce que pesa más de tres toneladas y se ha vuelto un ícono mundial.

El oso: cautela o caída libre

En el rincón opuesto de la arena está el oso. Un mercado bajista —o bear market— es aquel que cae un 20% o más desde sus máximos. El oso, a diferencia del toro, ataca hacia abajo con sus garras. Representa el miedo, la incertidumbre, la tendencia a vender antes de que las cosas empeoren.

Un dato curioso: los términos “bull” y “bear” se usaban en Inglaterra ya en el siglo XVIII. Se cree que el término viene del dicho “no vendas la piel del oso antes de cazarlo”, que aludía a los operadores que adoptan posiciones cortas. O sea, los que apuestan a que el mercado caerá.

El tiburón: el depredador de las finanzas

El tiburón no aparece en los manuales de finanzas, pero sí en el cine, las novelas y la cultura pop. Es el inversor profesional, astuto, agresivo. Sabe cuándo entrar, cuándo salir, y no duda en aprovecharse de los errores de otros.

Los tiburones son los grandes jugadores del mercado, y muchas veces generan temor por su capacidad para mover los precios y anticiparse a los movimientos. Ojo, porque mientras sea una cuestión de habilidad y voracidad, cualquier operativa está permitida (al menos, desde un punto de vista legal). Pero todo lo que involucre información privilegiada o malas prácticas estará perseguido por el regulador.

Un ejemplo de ellos es el famoso Gordon Gekko, protagonista de “El lobo de Wall Street”, de Martin Scorsese. Este personaje está basado en la biografía de Jordan Belfort, un célebre bróker neoyorquino. Belfort consiguió amasar grandes cantidades de dinero con sus actividades, pero finalmente acabó siendo condenado por manipulación del mercado de valores y blanqueo de capitales. Y es que en el mundo de las finanzas existen unas reglas del juego que todo debemos cumplir. Incluidos los tiburones.

Halcones y palomas: las dos alas de la política monetaria

En el ámbito de los bancos centrales, los animales también tienen su protagonismo. Se llama palomas a los responsables de política económica que priorizan el crecimiento y el empleo por encima del control de la inflación. En otras palabras, son partidarios de mantener los tipos de interés bajos, con y condiciones financieras laxas.

Las palomas ven a la inflación como un fenómeno transitorio o manejable, y suelen mostrarse más sensibles a las consecuencias sociales del endurecimiento monetario. En tiempos de crisis, como la pandemia o una recesión profunda, los discursos “dovish” (de “dove”, paloma en inglés) son los preferidos por el mercado.

En la otra cara de la moneda están los halcones, que priorizan la estabilidad de los precios por encima del crecimiento. Para ellos, la inflación es un enemigo peligroso que debe ser controlado incluso si eso implica enfriar la economía.

Los halcones suelen subir los tipos de interés con más rapidez y se muestran menos preocupados por los efectos colaterales que eso tenga sobre el empleo o el consumo.

El gato muerto: el rebote que es un espejismo

En la jerga de los traders, se denomina rebote del gato muerto a un fenómeno muy específico. Cuando una acción (o todo un mercado) experimenta una leve recuperación tras una caída fuerte, para luego volver a bajar.

La lógica detrás del nombre es bastante macabra, aunque muy gráfica: “hasta un gato muerto rebota si lo tiras desde suficiente altura”. Esta metáfora advierte que no todo repunte es sinónimo de recuperación. A veces el mercado experimenta una breve mejora y luego continúa con la tendencia bajista.

Distinguir un rebote técnico de un cambio de tendencia real no es tarea fácil. Y ahí es donde muchos inversores se equivocan: confunden un movimiento reflejo con un nuevo ciclo. El gato, en este caso, es una trampa visual.

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