La bolsa puede ser el activo más rentable en el largo plazo, aunque indudablemente entraña sus riesgos. Puede sufrir oscilaciones, sobre todo en el corto plazo, y no hay garantías de éxito. Ahora bien, no siempre que perdemos dinero en bolsa es culpa de las turbulencias de los mercados. En ocasiones, son nuestras meteduras de pata las que pueden jugarnos una mala pasada. Veamos cuáles son los errores más comunes del inversor bursátil.
1. No entender los riesgos (o el producto)
El error más evidente es comprar acciones sin entender verdaderamente el riesgo que implican o sin tener el perfil psicológico para asumirlos. Y es que la renta variable no es para todo el mundo. Para invertir en bolsa es necesario comprender el funcionamiento de este tipo de activo. Ser conscientes de que la volatilidad es relativamente elevada y que lo ideal es poner el foco en el largo plazo, que será cuando coseches los mejores frutos. Y si aun así, asumir ciertos niveles de pérdida (aunque sea en el corto plazo) se te hace muy cuesta arriba, no pasa nada. Hay otros activos en los que puedes invertir para conseguir que tu dinero crezca.
Es mejor no invertir en bolsa que hacerlo cuando tu perfil de riesgo como inversor no es el idóneo. De lo contrario, es probable que a la primera de cambio te de dejes llevar por el pánico. Y eso te llevará a vender ante de tiempo, posiblemente en el peor momento.
Otra posibilidad es que inviertas en bolsa a través de un producto financiero, como un fondo de inversión. En ese caso, nuevamente se hace necesario entender cómo funciona el producto, cuál es la política de inversión de ese fondo en concreto y en qué plazo espera obtener los mejores resultados. En este sentido, no suele ser buena idea salir de un fondo única y exclusivamente porque esté en pérdidas. Antes hay que analizar cuáles son los riesgos implícitos al activo/mercado en el que invierte ese producto, cuál es el horizonte temporal idóneo y si el fondo lo está haciendo mejor o peor que el índice.
2. Intentar acertar con el market timing
A nadie le gusta comprar caro. Comprar acciones y ver cómo caen a continuación no es plato de gusto. Por tanto, hay quien prefiere mantenerse al margen del mercado cuando se producen turbulencias. E incluso vender, si es que tenía acciones ya compradas, a la espera de que la tormenta escampe.
El problema de esta estrategia es que el tiro te puede salir por la culata. Es posible que, buscando evitar esa mala racha, entres en el mercado demasiado tarde, y te pierdas buena parte del rebote. Y al revés, si vendes cuando la bolsa está cayendo, buscando poner freno a tus pérdidas, es posible que salgas cuando ya te has llevado buena parte del castigo y, por añadidura, te pierdas la parte más jugosa de la recuperación.
Recuerda que nadie sabe nunca en qué momento se va a producir el punto de inflexión en el que las bolsas cambien de tendencia (no digamos la cotización de una sola compañía). Ni siquiera los inversores profesionales pueden saberlo con certeza y, de hecho, muchos de ellos renuncian a intentarlo. Para que te hagas una idea, el mismísimo Warren Buffet, uno de los grandes gurús de la inversión, compara a los analistas que hacen pronósticos de bolsa con las pitonisas que leen la buena fortuna.
3. Dejarte llevar por las emociones
Puede que pienses que eres una persona perfectamente racional y que tomas tus decisiones de inversión llevado por la fría lógica. Pero lo cierto es que eso es muy poco probable. Todas las personas se dejan llevar en mayor o menor medida por sesgos cognitivos y emocionales a la hora de invertir. Y esto incluye también a los inversores profesionales.
La aversión a las pérdidas te puede hacer vender antes de tiempo y el exceso de avaricia, comprar activos que están sobrevalorados. El sesgo de rebaño puede llevarte a tomar una decisión sólo porque es lo que está haciendo el resto. Y el orgullo es un pésimo consejero para los inversores. Muchos tienden a olvidar las malas decisiones que han tomado en el pasado (sesgo retrospectivo) y a sobreestimar su capacidad para saber lo que va a hacer el mercado (sesgo de exceso de confianza).
Tener estas emociones es inevitable, por eso el primer paso para no dejarte llevar por ellas es reconocerlas. Analízate a ti mismo y aprende a identificar cuáles son los sesgos en los que tienes más peligro de caer, para intentar evitarlos. Una opción es poner órdenes de compraventa automática (como las stop loss o las profit taking) para obligarte a comprar/vender a un determinado precio.
Tampoco es muy recomendable que monitorices tu cartera o la evaluación de los mercados demasiado a menudo. Si tu foco está en el largo plazo y confías en la estrategia que has adoptado, no corras el riesgo de que un altibajo puntual te haga reaccionar de forma desmedida.
4. Comprar con la noticia
Hay un proverbio bursátil que dice lo siguiente: «Compra con el rumor y vende con la noticia». Pero hay mucha gente que hace exactamente lo contrario. Lee en el periódico que una compañía va a incrementar sus beneficios o que cuenta con una nueva línea de negocio y decide comprar acciones. No se da cuenta de que para cuando compra, la cotización de esa compañía ya está reflejando todas esas buenas noticias. Por tanto, aunque se cumplan esos buenos pronósticos, el mercado ya lo ha tenido en cuenta y no es probable que la cotización vaya a seguir subiendo.
A este respecto, hay que tener claro que la cotización de una compañía recoge las expectativas que se tienen sobre ese valor. Y esas expectativas se nutren de noticias que los brókeres, analistas y grandes inversores del mercado conocen a tiempo real. Por tanto, para cuando un inversor particular lee una noticia en el periódico, la cotización ya lo ha recogido más que de sobra.
Una forma de ganar dinero en bolsa sería intentar anticiparse a estas noticias. Comprar antes incluso de que los grandes inversores las conocieran. De ahí que el dicho bursátil hable de «comprar con el rumor». Claro que ahí hay un riesgo innegable: equivocarse.
Otra opción es invertir en compañías (o índices) con vistas al largo plazo. No confiar en esa buena noticia que hemos visto en el periódico, sino en todas las buenas noticias futuras que faltan por conocer.
5. No diversificar la cartera
Puede que tengas muy clara tu apuesta por una compañía. Pero apostarlo todo a una sola carta no es la mejor manera de gestionar el riesgo de forma eficiente (recuerda lo que te comentamos sobre el sesgo de exceso de confianza). Por tanto, lo ideal es que si inviertes en acciones, lo hagas en una selección de compañías con un alto grado de diversificación.
Recuerda que siempre hay elementos que no vas a poder prever. Puede que en el futuro se destape un escándalo empresarial que penalice a todas las compañías del sector. O que un conflicto armado lastre las cuentas de las compañías que tienen una filial en ese país. No vas a poder evitar que sucedan eventos que afecten negativamente a tu cartera, pero lo que sí puedes hacer es escoger valores que se vean afectados por riesgos distintos. Para ello, lo ideal es que sean compañías de diferentes sectores y ámbitos geográficos, con diferentes tamaños, modelos de negocio, etcétera.