pistas para hacer el seguimiento de tu cartera

Ya has dado el primer paso. Te has marcado un objetivo financiero y has creado una cartera de inversión para poder alcanzarlo. La cuestión es ¿qué debes hacer a partir de ahora? ¿hasta qué punto estar pendiente de que tus inversiones evolucionan como deben? ¿Qué parámetros habría que mirar? Analizamos punto por punto las principales claves a tener en cuenta.

Objetivo financiero y rentabilidad

Lo primero que debes tener presente es el objetivo financiero para el cual estás ahorrando e invirtiendo. Puedes tener diferentes objetivos (complementar la pensión de jubilación, pagar la entrada de un piso, financiar un master, etcétera), pero en ese caso cada uno de ellos requerirá de una estrategia y, por ende, una combinación de productos distinta.

El objetivo financiero determinará la rentabilidad a la que aspiras y el horizonte temporal . Cuantos más años te queden por delante, más laxo podrás ser a la hora de monitorizar tu cartera, ya que presumiblemente tus inversiones estén orientadas para dar fruto en el largo plazo. Por ejemplo, si ahorras para la jubilación y aún faltan décadas para que llegue el día de tu retiro, es probable que tu cartera tenga un alto porcentaje de renta variable. Por tanto, no deberías estar muy pendiente de las oscilaciones que pueda sufrir en el corto plazo.

No obstante, si tu inversión está orientada a unos pocos meses/años vista, será necesario que chequees la cartera más a menudo, ya que tu margen de maniobra será mucho menor.

En cualquier caso, es aconsejable que te marques unos hitos de rentabilidad a lo largo de toda la vida de tu inversión y que periódicamente vayas chequeando si estos hitos se van cumpliendo. De no ser así, analiza por qué. Eso sí: sé realista con estas perspectivas de rentabilidad y, si inviertes en renta variable, sé paciente con los resultados en el corto plazo.

Finalmente, ten en cuenta el dato de rentabilidad real (es decir, descuenta la inflación en el periodo) y el impacto de los impuestos.

Volatilidad

La rentabilidad no lo es todo. También debes evaluar si tu cartera ha evolucionado dentro de los parámetros de riesgo con los que te sientes cómodo. Si tus inversiones están subiendo pero te han dado varios sustos por el camino, con caídas (aunque fueran puntuales) de mayor calado de las que estabas dispuesto a asumir, quizá toque realizar cambios.

En este sentido, te puedes fijar en variables como la volatilidad, la caída máxima (maximum drawdown) así como en ratios que miden la rentabilidad en función del riesgo asumido, como la ratio de Sharpe. Todas estas variables se deben comparar con las del índice de referencia o con las de otros productos de la categoría.

Sin embargo, aunque la volatilidad es un elemento que hay que valorar, tampoco es bueno obsesionarse. Recuerda lo que dijo Warren Buffett cuando le preguntaron qué recomendaba a los inversores en época de caídas bursátiles: “No seguir muy de cerca lo que hace el mercado”.

Rotación de riesgo

Las características de la bolsa hacen que sea un activo idóneo para el largo plazo, pero que puede entrañar riesgo en el corto. Por tanto, lo ideal es que, a medida que te aproximes a la fecha en la que quieras recuperar el el dinero invertido, vayas reduciendo el peso de la renta variable en tu cartera e incrementando el de la renta fija.

De lo contrario, cabe la posibilidad de que el momento de rescatar la inversión te pille con el pie cambiado, justo en plena corrección bursátil.

Existen varias aproximaciones desde el punto de vista de la planificación financiera que ayudan a orientarse en este sentido. Por ejemplo, la Regla del 100 (hay quien habla del 120) indica el porcentaje de renta variable que deberías tener en cartera de cara a tu jubilación en función de tu edad.

Por otro lado, la propia evolución de los activos que integran tu cartera hace necesario un rebalanceo del riesgo. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente, que el porcentaje de bolsa (y renta fija) debe ser siempre el deseado.

Por ejemplo, imagina que tienes una cartera 60/40 con un valor inicial de 10.000 euros. El 60% está en bolsa (6.000 euros) y el 40% en renta fija (4.000 euros).

Si en un periodo de tres años la bolsa sube un 30% y la renta fija un 5%, pasarás a tener más dinero invertido en bolsa del que debieras (por la sencilla razón de que esa parte de la cartera se ha revalorizado más). En concreto, la parte de bolsa valdrá ahora 7.200 euros. Y la parte de renta fija, 4.200 euros. Por tanto, el peso de la bolsa será ahora del 65%, por encima del objetivo marcado, que es del 60%. En consecuencia, tendrás que reducir ligeramente tus posiciones en bolsa y aumentar las de renta fija.

Gestión activa versus pasiva

La monitorización de una cartera integrada por productos indexados se centra sobre todo en la distribución de activos (asset allocation). Pero si tu cartera incluye productos de gestión activa, sería conveniente que chequearas si están cumpliendo con el objetivo de inversión que tienen establecido en el folleto.

A menudo ese objetivo implica batir un índice. A la hora de comprobarlo, es recomendable conceder un cierto tiempo al gestor, ya que no siempre es factible batir al mercado en el corto plazo (ni hacerlo sistemáticamente año tras año). Lo ideal son cinco años, que es el periodo en el que suele tener lugar un ciclo completo de mercado.

No obstante, no todos los productos se plantean hacerlo mejor que un índice. Algunos se marcan objetivos de rentabilidad o incluso de rentabilidad/riesgo, y los suelen enmarcar en un periodo temporal.

Si pasado un periodo prudencial consideras que no ha dado la talla, no tengas problema en traspasar la inversión a otro producto que creas que tiene mejores perspectivas. Recuerda que el traspaso entre fondos de inversión (así como entre planes de pensiones) no implica ningún peaje fiscal.

Acciones en cartera

Una de las ventajas de los fondos de inversión y los planes de pensiones es que están en manos de un gestor profesional. Por tanto, los partícipes pueden estar tranquilos en el sentido de que hay un equipo de expertos pendiente de la evolución de los mercados, que se encarga de tomar las decisiones pertinentes en función de la política de inversión de cada producto.

Sin embargo, las personas que inviertan directamente en bolsa tendrán que hacer un esfuerzo extra para adecuar su cartera a sus objetivos de inversión. Para ello es importante que tengas claro cuál es la tesis de inversión que te ha llevado a elegir una determinada compañía. De este modo, podrás estar atento a las noticias que puedan llevarte a revisar esa tesis.

Por ejemplo, si inviertes en una empresa porque consideras que opera en un régimen oligopolístico, con todas las ventajas que eso conlleva, será muy relevante cualquier noticia que pueda propiciar la aparición de nuevos competidores. O si has seleccionado otra compañía porque el dividendo te parece particularmente atractivo tendrás que estar atento a cualquier escenario que implique una amenaza para el reparto de beneficios.

Por otro lado, una cuestión clave a la hora de invertir en acciones es el precio. La tesis de inversión te puede llevar a valorar positivamente una compañía, pero recuerda que el mercado puede darte o no la razón. Por tanto, es útil que te marques un precio mínimo, a partir del cual llegues a la conclusión de que la inversión te ha salido rana y minimices las pérdidas. No pasa nada por equivocarse. No obstante, como a veces es difícil reconocerlo, puedes establecer una orden de stop loss, que se ejecute automáticamente cuando la acción caiga hasta determinado nivel de precios.

En sentido contrario, también es aconsejable marcarse un precio objetivo, es decir, el valor que tú esperas que alcance la compañía en bolsa. Si efectivamente llega hasta ahí y no se ha producido ninguna noticia que te lleve a pensar que la compañía deba revalorizarse aún más, puede ser hora de recoger beneficios.

Por el camino, hay ratios que te pueden ayudar a valorar si las compañías en las que inviertes van por buen camino. Te las explicamos en este post.

En cuanto a la periodicidad con la que debes monitorizar las acciones, todo depende de si las compañías que has escogido siguen una estrategia táctica (cortoplacista) o si por el contrario eres seguidor del espíritu buy & hold. Pero en cualquier caso, nunca viene mal tener en cuenta el viejo dicho bursátil: que el último duro se lo lleve otro.

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