qué pasa si quiebra un fondo de inversión

Invertir siempre implica algún grado de riesgo, que dependerá en buena medida del producto que hayamos escogido. En este sentido, los fondos de inversión están sujetos al riesgo de mercado, lo que quiere decir que la posibilidad de perder o ganar dinero dependerá de cómo se comporten los activos en los que esté invirtiendo el fondo.

Pero más allá de ahí, los fondos tienen una importante ventaja y es que el producto en sí no conlleva riesgo de contraparte (o riesgo de crédito). En otras palabras, no está sujeto al riesgo de quiebra ni de la entidad comercializadora, ni de la gestora de fondos.

Qué es el riesgo de contraparte

Este riesgo implica que el inversor está expuesto a la posibilidad de que la compañía o entidad que hay detrás de un producto incumpla sus obligaciones contractuales. Por ejemplo, si una empresa emite un bono, los inversores están sujetos al riesgo de contraparte, ya que si la empresa atraviesa problemas financieros es posible que no pueda devolverle el dinero a los bonistas (entraría en impago, o default).

Lo mismo sucede con productos bancarios como las cuentas corrientes y los depósitos. En esos casos, el dinero de los ahorradores está dentro del balance del banco, por lo que si este quiebra, cabe la posibilidad de que los clientes no puedan recuperarlo. Este riesgo es, a priori, lejano, ya que las entidades bancarias están sujetas a una regulación y supervisión muy estrictas para prevenir precisamente situaciones de insolvencia.

No obstante, si esto sucediera, los clientes pueden acudir al Fondo de Garantía de Depósitos (FGD). Este fondo es una suerte de hucha a la que contribuyen todas las entidades bancarias y que intervendría en caso de que alguna de ellas quebrase, restituyendo el ahorro en cuentas y depósitos de sus clientes hasta un máximo de 100.000 euros por cliente/entidad.

Riesgo de los fondos

No obstante, el caso de los fondos de inversión es distinto, ya que el dinero de los partícipes nunca llega a estar en el balance del banco, ni tampoco en el de la gestora de fondos.

En este sentido, el banco actúa como un mero comercializador del producto, un intermediario a través del cual el inversor adquiere participaciones del fondo. Estas participaciones son de su propiedad, tanto si la cuenta es nominativa como si se trata de una cuenta ómnibus. De hecho, el partícipe puede cambiar de banco comercializador si así lo desea, sin dejar de ser el titular de las mismas.

En cuanto a la gestora de fondos, se limita a tomar ese dinero y comprar una serie de activos, siguiendo la política de inversión del fondo, que viene determinada en el folleto. Estos activos se encuentran custodiados por una entidad aparte, la entidad depositaria, cuya única función es precisamente encargarse de la vigilancia y custodia de los mismos.

Es como si los partícipes del fondo fueran copropietarios de un huerto urbano y la gestora de fondos fuera el jardinero de ese huerto. Aunque la empresa de jardinería quebrase, el huerto seguiría siendo de su propiedad y los propietarios podrían vender las verduras y hortalizas para recuperar el dinero.

Qué ocurre con otros productos

Los fondos de inversión no son los únicos productos que ofrecen esta seguridad. Los planes de pensiones tampoco implican riesgo de contraparte. El dinero invertido no se encuentra en el balance ni del banco, ni de la gestora de planes de pensiones.

En cuanto a las acciones, la quiebra del bróker tampoco debería afectar a los clientes, ya que a priori los títulos se hayan depositadas en una entidad aparte. No obstante, en España existe la figura del FOGAIN (Fondo General de Garantía de Inversores), que ofrece cobertura en aquellos casos en los que la agencia o sociedad de valores no se encuentre en situación de devolver el dinero a los clientes.

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