Los fondos de inversión destacan entre los productos más eficientes y seguros que existen a la hora de poner tu dinero a trabajar. Sin embargo, seleccionar el fondo (o mejor dicho, los fondos) que mejor encajan con tus objetivos financieros no siempre es tarea fácil. Hasta el punto de que algunos ahorradores han tenido malas experiencias precisamente por no elegir el producto adecuado. Te contamos cuáles son los principales errores a evitar, para que esto no te suceda.
No valorar los riesgos
En ocasiones, el inversor percibe que un producto le ha generado más pérdidas de las que estaba dispuesto a asumir. Para evitarlo, asegúrate de que el producto que seleccionas tiene el perfil de rentabilidad/riesgo con el que te sientes cómodo. Ojo porque en la mayoría de los casos los ahorradores tienden a pensar que tienen una tolerancia al riesgo superior a la que realmente tienen. Lo malo es que, si se equivocan, cuando la bolsa encara el primer altibajo tienden a dejarse llevar por el pánico y vender antes de tiempo.
Una manera de conocer el nivel de riesgo que resulta óptimo para ti es realizar un test de idoneidad, como el que suelen realizar las entidades financieras de cara a la contratación de ciertos productos/servicios.
No obstante, también ten en cuenta que lo ideal es construir una cartera diversificada, integrada por distintos productos. En consecuencia, lo importante no es el nivel de riesgo de cada fondo por separado, sino el del conjunto de la cartera en la que inviertas.
Ser impaciente
Fondos y planes son instrumentos a largo plazo. Para que puedan cumplir su objetivo de inversión (y batir al índice), necesitan tiempo. Esto es de especial aplicación para los productos que invierten en bolsa, que es el activo más rentable en el largo plazo, pero también uno de los más volátiles en el corto.
Por otro lado, algunas estrategias de inversión, como el value investing, pueden resultar muy productivas, pero también requieren ser especialmente pacientes a la hora de recoger los frutos.
Como indican varios estudios, intentar acertar con el mejor momento de entrada y salida del mercado (market timing) no suele salir bien. En palabras del magnate inversor Peter Lynch, “se ha perdido más dinero intentando prever las correcciones y protegiéndose frente a ellas, que sufriéndolas realmente”.
Invertir con el retrovisor
Este es uno de los errores más comunes. Algunos inversores se guían exclusivamente por el puesto que ocupa un fondo en el ránking de rentabilidad en los últimos doce meses. Pero eso no garantiza su éxito en el futuro.
Para empezar, lo recomendable es analizar la evolución del producto en términos de rentabilidad a diferentes plazos: un año, tres, cinco, diez… en este sentido, los fondos con más historial te aportan un plus de visibilidad, ya que te permiten analizarlos en mayor profundidad. Se trata, por tanto, no de hacerlo bien en un periodo determinado, sino de forma consistente en el tiempo.
Por otro lado, debes comparar la rentabilidad del producto frente a la obtenida por el índice de referencia (casi todos los fondos indican en el folleto con qué índice se comparan) y también con lo que ha hecho el conjunto de la categoría.
Finalmente, más allá de la rentabilidad, es bueno valorar otros aspectos. Por ejemplo, el expertise del gestor o la entidad a la hora de gestionar ese tipo de activos. También el rating que le adjudican al fondo las distintas agencias de calificación, como Morningstar o Lipper.
Olvidarse de la letra pequeña
Para encontrar el fondo ideal hay que conocer toda la información en detalle. Podrás encontrar todos estos datos, tanto en el folleto como en el DFI. Así, evitarás cualquier posible susto en materia de comisiones o liquidez. Algunos inversores podrían haber evitado malas experiencias con los fondos si hubieran leído con detenimiento las características del producto en el que estaban invirtiendo.
Si te queda alguna duda, no dudes en preguntar, ya sea a tu comercializador o a una persona de tu absoluta confianza. A este respecto, analiza si tu asesor financiero puede verse influido por algún tipo de conflicto de interés. Y en caso de que así sea, busca un punto de vista imparcial y fórjate tu propio criterio. Lo importante es que entiendas perfectamente los riesgos que pueden entrañar los productos que te interesan y que inviertas en ellos convencido de que son los más adecuados para tus intereses. A fin de cuentas, es tu dinero el que está en juego.
No sopesar otras alternativas
Los fondos son vehículos muy versátiles que resultan idóneos para la consecución de multitud de metas financieras. Pero aun así, es posible que para cumplir tu objetivo sea más eficiente optar por un producto distinto. Por ejemplo, si estás ahorrando para la jubilación y te interesa aprovechar las ventajas fiscales al máximo, es posible que te encaje mejor un plan de pensiones. O si quieres invertir en un índice y quieres hacerlo a tiempo real quizá sea más adecuado un ETF. En conclusión, la primera medida es informarte de los pros y contras que tienen los fondos frente a otras alternativas de inversión.
También cabe la posibilidad de que quieras invertir en fondos pero que elegir los más adecuados se te haga un poco cuesta arriba. En ese caso, puedes valorar la contratación de una cartera gestionada. Este servicio consiste en que una entidad (o roboadvisor) evalúa tu perfil de riesgo y te indica cuál es la selección de fondos idónea para ti, realizando los cambios puntuales que sean necesarios a lo largo del tiempo.