Poner tu dinero a trabajar es una de las decisiones más sabias que puedes tomar, a cualquier edad. Ahora bien, en función de los años que tengas y cuáles sean tus necesidades y perspectivas de futuro, lo más probable es que tus metas financieras sean distintas. Y con ellas, la estrategia y productos por los que deberías apostar en cada momento.
Menos de 18 años
Ser menor de edad no es óbice a la hora de invertir. Las personas menores de 18 años pueden tener una cuenta corriente a su nombre e incluso invertir en distintos activos y productos financieros, salvo los planes de pensiones.
Los padres o tutores deben ser los encargados de abrir la cuenta y de administrarla. Eso sí, en el momento en el que el menor cumpla los 18 años podrá disponer tanto del dinero como de las inversiones, sin necesidad de contar con el permiso paterno.
Mientras es un niño, lo lógico es que los distintos ingresos procedan de aportaciones de los padres y de propinas de amigos y familiares. Aquí ten en cuenta que los regalos se consideran jurídicamente hablando donaciones y que están, por tanto, sujetas a tributación, si bien Hacienda suele hacer la vista gorda cuando se trata de cuantías pequeñas.
Eso sí, en el momento en el que el titular de la cuenta retire el dinero debe pagar los impuestos correspondientes a las posibles ganancias obtenidas, tanto si es menor de 18 años como si ha alcanzado ya la mayoría de edad.
En cuanto a la estrategia, cuanto más joven sea el pequeño ahorrador o, dicho de otro modo, mayor sea el plazo que tenga la inversión, más riesgo puede permitirse. Los activos más rentables, como la bolsa, presentan oscilaciones en el corto plazo pero la tendencia en el largo plazo suele ser alcista. De ahí que a mayor sea el horizonte temporal, mayor sea el riesgo (o porcentaje de bolsa) que es eficiente asumir.
Finalmente, si eres un padre con poco tiempo, o con pocos conocimientos financieros, no te preocupes. Existen productos como las carteras gestionadas que te permiten invertir el dinero y olvidarte de cara al largo plazo, sin necesidad de hacer mucho seguimiento.
De 18 a 30 años
La veintena suele ser la época de la formación y de los primeros trabajos. Por tanto, es posible que tu capacidad de ahorro no sea tan boyante como la que tendrás en el futuro. Sin embargo, esto no quiere decir que no debas ahorrar (e invertir), aunque sea un poco.
Piensa, por un lado, que lo importante no es tanto invertir una cantidad fija al mes como desarrollar cuanto antes el hábito del ahorro y destinar un porcentaje de tu sueldo, aunque sea un 5% o un 10%. Si ganas poco, la cantidad será pequeña, pero no te preocupes porque la cantidad irá creciendo a medida que tus ingresos aumenten.
Por otro lado, cuanto antes empieces a poner tu dinero a trabajar, antes podrás beneficiarte de las ventajas del interés compuesto. Este concepto implica que tu dinero se revaloriza en función de la cantidad que llevas acumulada en cada momento, no en función de la cantidad que invertiste inicialmente. Por tanto, cuanto más tiempo pase, más rápido crecerá.
Dicho de otra manera: puede que no tengas a tu favor el factor ingresos, pero tienes a tu favor el factor tiempo. Así que cuanto antes te pongas a ahorrar, mayor será el patrimonio que podrás acumular.
En cuanto al tipo de inversión que resulta más idóneo, depende de cuáles sean tus metas financieras (puedes tener más de una). Si ahorras para irte de vacaciones con tus amigos o para pagar el master dentro de dos años, tendrás que concentrarte en productos más conservadores como cuentas, depósitos y fondos mixtos o de renta fija.
En cambio, si lo que aspiras es a pagar la entrada de un piso en unos cuantos años o alcanzar la libertad financiera y poder vivir sin trabajar, entonces puedes optar por activos de más riesgo, como es la bolsa. Aquí tienes distintas opciones como comprar acciones, fondos de bolsa o ETF.
¿Y las criptos? Sabemos que pueden parecer muy atractivas, pero recuerda que su riesgo es muy elevado y que te puede salir el tiro por la culata. Es muy complicado anticipar si una criptomoneda va a subir, bajar o sencillamente hundirse. Por tanto, la inversión en este tipo de activos debería ser residual (no más del 5%-10% del importe total que estés invirtiendo) y siempre dentro de una cartera diversificada.
De 30 a 50 años
Esta etapa de la vida suele ser la más satisfactoria en términos de ingresos. La vida laboral suele estar más asentada y es probable que alcancemos el culmen de nuestra carrera profesional en algún punto de este periodo.
El problema es que los gastos también suelen ir de la mano. Sobre todo en términos de hipoteca y de hijos a nuestro cargo.
A este respecto, te recomendamos que seas estricto con el control de tu economía familiar. No se trata de que tengas privaciones, pero sí de que seas consciente de cuáles son los principales gastos en los que incurres. Que valores si se pueden recortar o incluso si realmente merecen la pena. Esto incluye los microgastos de los que no te das cuenta pero que poco a poco van minando tu capacidad de ahorro.
Para ello, lo ideal es elaborar un presupuesto mensual y ceñirse a él en la medida de lo posible. Por ejemplo, muchos asesores recomiendan seguir la regla del 50/30/20, que implica dedicar el 50% de tus ingresos a gastos básicos (comida, vivienda, etcétera); el 30%, a gastos de ocio o superfluos; y el 20% restante al ahorro.
Por otro lado, este momento de tu vida es idóneo para que vayas comenzando a preparar tu retiro, ya que aún dispones de tiempo para comenzar a ahorrar poco a poco y crear un colchón que te permita una jubilación confortable. Con este fin, un producto que te puede resultar muy interesante son los planes de pensiones, especialmente si tus ingresos son relativamente elevados (y por tanto tu tipo marginal es alto), ya que te permitirán desgravarte hasta 1.500 euros al año.
Con respecto a los productos que más te interesan, depende cuáles sean tus metas financieras: comprarte un coche nuevo, pagarle un viaje de estudios a tus hijos… incluso amortizar hipoteca. Pero en términos generales recuerda que antes de invertir debes contar siempre con un buen colchón de liquidez al que recurrir si te vienen mal dadas.
De 50 a 65 años
En esta etapa de madurez, verás la jubilación más cerca que nunca así que es muy probable que ya te hayas animado a invertir en planes de pensiones y fondos de inversión para garantizar que tu calidad de vida siga siendo la misma.
En este punto, sólo recordarte que cuanto más se acerque la jubilación, es decir, el momento en el que necesites rescatar el dinero, menor debería ser el nivel de riesgo.
Piensa que si el momento te pilla con todo el dinero invertido en bolsa y justo ese año los mercados están atravesando una corrección, te verás obligado a reembolsar en el peor momento.
A partir de los 65 años
Una vez te hayas jubilado, ya eres libre de disfrutar de tus ahorros y rescatar lo invertido en planes de pensiones. En este aspecto, recuerda que no tienes que rescatarlo todo el mismo año en el que te jubilas (puedes hacerlo en años posteriores) y además puedes hacerlo de forma parcial o total, según tus necesidades y conveniencia fiscal. En este post te explicamos todos los elementos que deberías tener en cuenta.
Si has amasado el patrimonio suficiente también podrías optar por la Regla del 4%. Se trata de una teoría económica acuñada inicialmente por el asesor financiero William Bengen (de ahí que también se la conozca como regla Bengen), y desarrollado posteriormente por los profesores Philip L. Cooley, Carl M. Hubbard y Daniel T. Walz, de la Trinity University estadounidense. Esta norma establece que si mantienes invertido tu dinero, puedes llegar a retirar el 4% anual durante 25 años sin llegar a tocar el capital principal.
Por tanto, si rescatar únicamente el 4% de tu dinero te permite vivir de las rentas, o bien es suficiente para complementar la jubilación que percibas y tener el nivel de vida que tú quieres, es otra opción que puedes considerar.